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¿Por qué nos vincula la gente que baila?

“¿Es una moda o qué quieren conseguir Pablo Iglesias, Iceta, Rajoy etc? ¿Por qué cada vez es más habitual utilizar el baile en las experiencias políticas? Tan sólo unos días atrás veía sorprendida unos vídeos que me mostraron en la oficina sobre los bailes que se están marcando nuestros candidatos y los miembros de sus equipos y me surgió la pregunta ¿qué efecto tiene en nuestro cerebro ver bailar a la gente?

La realidad es que la música nos gusta por diversas razones, pero sobre todo porque inspira emociones, desde la oleada de placer que eriza nuestra piel sin saber por qué, hasta la nostalgia del recuerdo que nos evoca. Tanto es el significado emocional que le damos a la música que es fácil ponerse sentimental y no apreciar la magia que entraña.

Charles Darwin lo expresó por primera vez en 1871: “Puesto que ni la capacidad de disfrutar ni la de producir notas musicales tienen la menor utilidad para el hombre en sus hábitos cotidianos, hay que clasificarlas entre las facultades más misteriosas de las que están dotados”. Se refería así a que no nos confieren ventajas en el juego de la supervivencia, no sirven para defendernos de las fieras, ni para cazar a nuestras presas, no calientan nuestro hogar, no nos ayudan a obtener agua ni cuidan nuestros cultivos. Desde el punto de vista evolutivo el origen de la música es un misterio.

Desde este punto de vista, indagar en el origen de las facultades musicales equivale a buscar qué ventajas da la música a un grupo de homínidos en las llanuras primitivas. Hay quien alega que la música servía para mantener unido al grupo, lo cual tiene ventajas más o menos evidentes para unos organismos que tienen que defenderse de fieras más fuertes y veloces que ellos, y que han de dar les cacería para obtener alimento. Darwin, por su parte, pensaba que la música en los humanos surgió como herramienta para el cortejo, igual que la cola del pavoreal y el canto de muchas aves.

Además, según Pinker, los sonidos repetitivos, ordenados y predecibles, nos hacen cosquillas en los centros del placer del cerebro que sirven para indicarnos que hemos encontrado un ambiente ordenado y predecible, un ambiente seguro. Por otra parte, a esto se suma que en el baile social es preciso tomar continuamente decisiones rápidas en las que no sirve recurrir a un patrón de acción fijo ya preestablecido, cosa que sí sucede cuando montamos en bici o nadamos. En definitiva, mientras estamos bailando junto a otras personas el cerebro tiene que “reinventarse”. Y la permanente improvisación se convierte en un estímulo que mantiene despiertas a nuestras neuronas ¿Será esto lo que tratan de transmitir los políticos?¿generar un ambiente seguro, despertar nuestras neuronas o mantener vínculos emocionales?

De magia y de fascinar emocionalmente hablaré próximamente en mi próxima publicación: FYS.

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