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¿Qué dispara la fascinación del cliente? (Parte III – Prestigio)

“¡Nadie pone en duda la fascinación que generan personales como Einstein o Freud!” Esta era la conversación que manteníamos en un club de colaboración intelectual que he tenido el placer de fundar.

La admiración es un estado emocional relacionado con la emoción de sorpresa que deriva en el sentimiento de fascinación del que venimos hablando desde hace semanas.

No es muy conocido pero ambos personajes se admiraban el uno al otro y se escribían. Einstein envió una carta de felicitación a Freud a raíz de su septuagésimo aniversario, el 6 de mayo de 1926, lo que a Freud le produjo una gran satisfacción. Freud y Einstein ya eran por estas fechas personajes muy famosos y conocidos, pero no se conocían personalmente. La fama suele ser una consecuencia de generar fascinación, y dejo este tema para otro post en un futuro.

La primera ocasión en que Freud se encontró en persona con Einstein fue en casa de su hijo Ernst en Berlín durante la Navidad de 1926. Al respecto Freud le escribió a Ferenczi en una carta del 2 de enero de 1927: «[…] he pasado dos horas de charla con Einstein, vino a casa de Ernst con su mujer a verme. Es alegre, seguro y amable, entiende tanto de psicología como yo de física [ambos tenían un conocimiento apreciable al respecto], así que hemos hablado muy a gusto.» 

En otro texto que dirige Freud a Eitingon le dice «[…] Me encontraba en Berlín precisamente cuando él cumplía cincuenta años [Einstein había nacido el 14 de marzo de 1879, así pues en marzo de 1929], y le envié una postal de felicitación en la que le calificaba de “afortunado mortal”. En su respuesta me preguntó cómo sabía eso, si no lo conocía íntimamente ni había analizado el interior de su mente. Le contesté entonces con una extensa carta [al parecer de principios de abril de 1929] en la que le explicaba las razones por las que lo consideraba afortunado [naturalmente en el plano intelectual]: porque él trabajaba en física matemática y no en psicología, donde todo el mundo cree que puede opinar. Pero no podía confesar la envidia que le tengo respecto a esto sin romper una lanza a favor de mi ciencia y reclamar para ella la preferencia entre todas las demás.

¿Interesante?¿no? Ambos se admiraban, incluso había envidia (la otra cara de este estado emocional), reconocida por Freud. Lo que sin duda no se imaginaban, era la fascinación que se produjo entre sus seguidores a causa del prestigio que generaron incluso después de su muerte. Recientemente yo misma asistía a una obra de teatro, atraída por la fascinación que me producen estos personajes.


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Y es que nos obsesionamos con los símbolos de autoridad y respeto. Detrás de ésto está la necesidad de demostrar el valor y la valía,  algo que está en nuestra naturaleza. Seguimos viéndonos impulsados a adquirir objetos, contratar servicios y a emprender proyectos que representan status. La razón es que estamos programados para compararnos con los que nos rodean.

Usado con un criterio inteligente y selectivo el detonante de “Prestigio” fortalece la fascinación. Hay distintos caminos para conseguirlo:

  1. Desarrollar símbolos de valor (emblemas, marcas, insignias, etc)

  2. Asociarse a colores específicos (aquí la psicología del color tiene mucho que aportar)

  3. Establecer un nuevo estándar (Google lo consiguió en cuanto a buscadores)

  4. Pertenecer a un ranking (todos hemos oído alguna vez “Según Forbes la primera escuela de negocios es…”)

  5. Salir en publicaciones de prestigio (por ejemplo, Harvard Business Review, Business Strategy Review, etc)

  6. Limitar la disponibilidad o la accesibilidad (por ejemplo, subir los precios sería una estrategia para hacer los productos o servicios poco accesibles)

  7. Ganar premios (de ahí que éstos alcancen popularidad)

  8. etc


Comedian Charlie Chaplin displays Oscar he received on Monday, April 11, 1972 at the 44th annual Academy Awards ceremony at the Music Center in Los Angeles. Chaplin who left the United States 20 years ago, returned to Hollywood to accept the honorary Oscar. (AP Photo)
Seguimos viéndonos impulsados a adquirir objetos, contratar servicios y a emprender proyectos que representan status. La razón es que estamos programados para compararnos con los que nos rodean.

¿Crees que tu organización está utilizando de alguna forma el detonante del prestigio? ¡Hasta mi siguiente post!

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